Aprendimos a servir a las metas
de un diccionario, a tontas y a galones,
A señoras que repudian las tetas,
lo extravagario y no aprueban canciones.
Aprendimos a loar a los timbres
de las ciudades, a mover los mapas,
situar tejados, botijos y mimbres,
los industriales, volar con las capas.
Aprendimos la vida por terceras
personas mudas, voz de la razón.
Los inquisitorios quema-rameras,
quema tetudas; falta corazón.
Y olvidamos al llegar a la edad
en la que muela, hígado y pulmón cantan
de pena, confundiendo la maldad
con las pamelas que en las tumbas saltan.
Y aprendemos otra vez, ahora bien,
nosotros mismos, que la solución
se encuentra solo en un tiro en la sien,
caer al abismo, reír el paredón.
Saúl Subías
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