Hoy, toca cambiar un poco. Aquí va un proyecto, directamente lanzado a la espalda de lo que espero, sea, un provechoso verano.
...
Fachada de una casa de piedra, marco
de pueblo-aldea; un banco austero pero resistente compuesto por dos
tocones de madera gruesos y una losa de piedra transversalmente
encima sirve de asiento a un hombre viejo recostado a su vez contra
la pared. Tiene los ojos cerrados y el gesto tranquilo. A sus pies
descansa plácidamente un can, que no se mueve siquiera un milímetro
hasta que no aparece, a lo lejos, un chiquillo de aproximadamente
diez años de edad que se va acercando hasta ponerse al lado del
anciano. El perro hace un ruido agudo que hace abrir los ojos al
anciano y, lentamente, mirar hacia donde está el chico, en el
momento en que este se sienta a su lado en el banco.
CHICO: Yayo, ¿qué haces?
ABUELO: (Mirándole y sonriendo)
Cuento pájaros.
CHICO: ¡Pero si estabas durmiendo!
ABUELO: Solo estaba con los ojos
cerrados… Los contaba escuchándolos; cada uno tiene un piar
diferente.
CHICO: ¿Y cuántos llevas?
ABUELO: Siete.
CHICO: ¡Venga ya! Si solo se oyen
coches y el taller de Jesús, haciendo chapas.
ABUELO: Pues no te falta razón…
Pero hace tiempo se podían oír muchos más.
CHICO: ¿Hace cuántos días?
ABUELO: (Riendo) ¿Días? ¡Hace
cuántos años, querrás decir! (hace una pausa). Anda, ve a
pedirle a tu madre dos trozos de trenza de Almudévar y vuelve, que
te contaré algo.
S. Subías.-