Que con suerte me olvide de todo,
que sin verte, la fuerza imposible
que divierte mis ansias de toro
se haga inherte y poco factible.
Que las horas que paso despierto,
ellas solas, no sean sollozos,
que sean olas en un mar abierto
o pistolas que arreglan destrozos.
Que yo vivo deseando quererte,
que te digo que quiero ocultarte
que al abrigo de mi inútil mente
sigue vivo el horror de dejarte.
¡Qué agonía tenerte tan lejos!
¡Qué ironía! ¿Quién lo iba a decir?
¡Qué utopía, los tiempos añejos...
ya sabía; toca arrepentir.
Qué mal día que duraba meses,
yo ya hacía horror por no verte.
Yo reía, llorabas las veces
que creías que no iba a quererte.
Que lo siento y te pido perdón,
que no miento y ahora lo entiendo.
Ese cuento adquiere razón
y el sarmiento se queda ardiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario